Historia del Arte para Selectividad según la guía del libro de D. Jesús Palomero Páramo
lunes, 25 de febrero de 2019
Puerto de Sevilla y Magallanes
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La expedición de Magallanes se pone a punto En el caso de la expedición de Magallanes, el puerto de Sevilla fue testigo de la enorme cantidad de provisiones que allí cargaron para poder abastecer a casi 250 hombres durante dos años...o eso creía, porque luego resultaron ser tres años. En total, 500 toneladas de provisiones: galletas de mar, sardinas, arenques, higos, judías, lentejas, arroz, harina, queso, miel, carne de membrillo, vinagre, vino de Jerez, carne de cerdo salada y vacas vivas para que les proporcionaran carne y leche fresca. Además de los alimentos necesarios para subsistir una travesía oceánica, cargaron velas para iluminarse, instrumentos musicales, repuestos y herramientas para el barco, y una colección enorme de objetos para hacer trueques con los indígenas, como espejos, tijeras, cuchillos, pañuelos, gorros, cascabeles, anillos de latón, perlas y gemas falsas, etc. Y cómo no, cañones, lanzas, ballestas, pólvora, escudos, escopetas y armaduras, porque aunque la misión era pacífica, nunca sabían a lo que se podían enfrentar. El riesgo y el peligro en las expediciones de este tipo estaba asegurado. Lo que Magallanes no podía imaginar era que la peor amenaza la tenía dentro de su propia tripulación. Gran parte de su equipo lo veían como portugués... y no les gustaba que le mandara un portugués.
Ya en el propio puerto, mientras preparaban el viaje, tuvo algunos incidentes de última hora con algunos de ellos, que no sería más que la punta del iceberg de lo que después tendría que soportar. Tras dos años de preparativos, el 10 de agosto de 1519 la flota de Magallanes está lista para enfrentarse al mundo. Desde el muelle de las Mulas en Triana las cinco naos anuncian su partida: la Trinidad, la San Antonio, la Concepción, la Victoria y la Santiago. Ese día no iban a bordo ni el recién nombrado Almirante Magallanes ni los capitanes, ya que tenían que terminan de resolver todos los problemas burocráticos que generaba la partida en la Casa de la Contratación. Mientras tanto, las cinco naves adelantaron la bajada a Sanlúcar, la ciudad que los comunicaba con el mar. Antes de que partieran, Magallanes realizó en el Monasterio de Santa María de la Victoria el juramento de fidelidad a la bandera española y al rey ante una multitud allí congregada. Conscientes de las pocas posibilidades que tenían de regresar, los navegantes se encomendaron ante la Virgen de la Victoria. Y así ocurrió. Tan sólo una de las cinco naves regresó a Sevilla tres años después con 18 hombres a bordo. Casualmente la nao Victoria, la que llevaba el nombre de la Virgen a la que se encomendaron. Un nombre que se convertirá, como su hazaña, en un hito histórico. Imagen de la Virgen de la Victoria a la que la expedición se encomienda (Iglesia de Santa Ana, Sevilla)
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