Historia del Arte para Selectividad según la guía del libro de D. Jesús Palomero Páramo
lunes, 25 de febrero de 2019
Sevilla en tiempos de Magallanes
Sevilla y su puerto universal Hasta el siglo XVIII, el puerto de Sevilla se encontraba situado en el Arenal, que no era otra cosa que una explanada de unos 800 m de largo y 340 de ancho que se extendía entre las murallas y la orilla izquierda del Guadalquivir, y entre la Torre del Oro y el Puente de Barcas. Cuando Magallanes llegó al Puerto de Sevilla el 20 de octubre de 1517, no debió sorprenderle demasiado lo que vio. Venía de Portugal, y el puerto de Lisboa, en ese momento, no era muy diferente al que se presentaba delante de sus ojos. Ambos lugares eran el punto de partida hacia las Indias: las orientales, desde Lisboa, y las occidentales, desde Sevilla. Conocían muy bien la frenética actividad de los mercaderes, exploradores y marinos, la diversidad de razas, los olores y la blancura de las velas que creaban el ambiente natural de los puertos de partida. Es verdad que en el siglo XVI el Puerto de Sevilla era digno de admiración. Aunque ya lo era desde mucho tiempo antes. Pero fue sobre todo después del descubrimiento de América cuando Sevilla se universalizó y el puerto se convirtió en escala obligada para el comercio entre el viejo y el nuevo continente. ¿Motivo? En esta ciudad se instaló la Casa de la Contratación, lo que la convirtió en el único puente comercial entre Europa y América. Todas las mercancías pasaban por aquí, y con ellas, los pueblos y las culturas convirtiéndolo en un lugar bullicioso, cosmopolita y lleno de vida. Patatas, tomates, cacao y especias recién desembarcadas, se mezclarían con los cereales, el vino y el aceite de oliva que partían al nuevo mundo. Se eligió Sevilla, a pesar de estar lejos del mar, por la protección que le proporcionaba tener que subir el río Guadalquivir desde Sanlúcar, y por la posibilidad que le brindaba el poder cerrar un único punto de partida, en caso de algún ataque del exterior o del contrabando. En el puerto se daban cita los sueños, el trabajo y las esperanzas de muchas personas que creyeron que el mundo nuevo les daría la posibilidad de prosperar, bien embarcándose con destino a las nuevas tierras, bien participando en el movimiento comercial que hacían en ese momento de Sevilla una ciudad única. La salida de las expediciones suponía todo un acontecimiento en la ciudad. La industria local se volcaba en la reparación de las naves y en procurar todas las necesidades para el viaje.
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