miércoles, 20 de febrero de 2013

PINTURA DEL ÁBSIDE DE SANTA MARÍA DE TAHULL

Pintura mural del ábside de Santa María de Tahull.
En la imagen se representan las pinturas murales del ábside de la iglesia de Santa María de Tahull
(Lérida), que probablemente fueron realizadas por el mismo artista que pintó las de San Clemente
de Tahull en 1123. Ambas constituyen uno de los conjuntos pictóricos románicos más interesantes.
La pintura románica tenía como función principal adoctrinar y educar a los fieles en los principios
religiosos. En una sociedad analfabeta en gran medida, las esculturas y las pinturas distribuidas por
el templo servían para enseñar el mensaje de las Escrituras, que muchos no eran capaces de leer.
Sólo aquéllos que seguían las directrices de la Iglesia podían acceder al Paraíso. Por ello, Cristo, la
Virgen y los santos distribuidos por las paredes del templo indicaban a los fieles el buen camino.
Además, dada la gran cantidad de muro existente en la arquitectura del Románico, la pintura sirvió
también para decorarlos y para realzar las formas arquitectónicas.

En el ábside de esta iglesia se ha representado a la Virgen en Majestad, sentada en un trono que
parece estar decorado con numerosas piedras preciosas, que sostiene al Niño como si ella misma
fuera también un trono. No existe actitud maternal ni conexión alguna en los gestos entre madre e
hijo. El Niño, en actitud seria y hierática, bendice con su mano derecha. El conjunto formado por la
Virgen y el Niño aparecen dentro de la mandorla o almendra mística. A los lados, se distribuyen los
Reyes Magos presentando sus ofertas: Melchor a su derecha, y Gaspar y Baltasar a su izquierda, tal
y como puede leerse en sus nombres. El fondo está dividido en fajas horizontales uniformes cuyos
colores contrastan fuertemente.
En un nivel inferior, cubriendo la pared curva del ábside, aparecen Apóstoles y profetas con sus
respectivos atributos y todos ellos con aureola mística. Estas figuras se separan mediante columnas
de fuste helicoidal dibujadas con esmero, que, a su vez, sostienen arcos de medio punto.
Debido principalmente a la función didáctica perseguida, los artistas no se preocuparon tanto de la
belleza de las formas como de transmitir un mensaje. Por esta razón, la pintura mural románica, de
clara influencia bizantina, recurre a la abstracción y a las estilizaciones simbólicas para representar
una idea, en este caso, la de la Virgen Madre como mediadora.

Las figuras presentan un claro alargamiento, especialmente en los rostros, cuyos rasgos son
extremadamente estilizados. Predomina la ley de la frontalidad, rota en los Reyes Magos, que,
aunque simulan, sobre todo a través de la representación de los pies y las piernas, su actitud de
ofrenda hacia el Niño. Las figuras representadas están cargadas, además, de un poderoso
hieratismo, como si quisieran ser expresión de la inmutabilidad de la fe. Llama la atención la dureza
de los pliegues, que se doblan casi de manera geométrica.

Los colores empleados son planos y brillantes. Predominan el rojo, el azul y el amarillo intensos, que
contrastan entre sí con fuerza.
La pintura está realizada al temple. Esta técnica exige previamente la preparación del muro. Para
ello, se aplican varias capas de argamasa  y se enluce con una capa de yeso fino que deja un
superficie lisa y blanca, sobre la que el artista puede aplicar la pintura.
Estos frescos fueron arrancados de su lugar de ubicación inicial y se trasladaron al Museo de Arte
de Cataluña para su mejor conservación.

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